Hola, amigos y seguidores de este blog. Tras un largo silencio veraniego, tengo nuevas noticias para vosotros. Ayer, día 18, el Colectivo Literario Tirarse al Folio, del que soy cofundador, entregó los premios de nuestros primeros certámenes literarios, I Certamen de narrativa “Maestro Gerardo Muñoz y Muñoz”, y I Certamen de poesía “Poeta Juan Calderón Matador. El acto se llevó a cabo en el Centro Cultural Buenavista, de Madrid, y estuvo conducido por el escritor Alejandro de Diego Martín. Tuvieron intervenciones cada uno de los miembros de TAF y amenizó la velada la magnífica cantante May Lucas. Celia Muñoz, hija de Gerardo Muñoz y Muñoz, recitó, con voz templada, algunos poemas escritos por su padre poco antes de ser ejecutado, por haber sido maestro durante la república. Acudió a recoger el premio de narrativa Lola B. Gallardo, autora del relato NARANJAS AMARGAS. Se concedieron tres menciones de honor, a los trabajos: La poza soleada, de Federico Fayerman Martínez, La Fisura, de Julia Gallo Sanz, y Perros sin cabeza no pueden ladrar, de Miguel León Durán. En el apartado de poesía resultó ganador el poema OTRA VEZ PRIMAVERA EN EL RETIRO, de la prestigiosa poeta Julia Gallo Sanz, que recogió su galardón. Se concedieron cuatro menciones de honor, a los poemas: Súplica al hijo, de Luis de Blas, Herido por la lírica, de Celestino Llamazares Redondo, El llanto de la luz, de Pedro Tenorio Matanzo, y En las raíces de la noche, de Rosario Alonso García.
A continuación os ofrezco las palabras que dirigí al auditorio, y sobre todo a los participantes, durante la celebración del acto.
ENTREGA DE PREMIOS I CERTAMEN DE POESÍA
“POETA JUAN CALDERÓN MATADOR”
Buenas tardes y bienvenidos a esta pequeña fiesta de las palabras que organiza el Colectivo Literario Tirarse al Folio. Quiero agradecer vuestra asistencia a este acto, pero sobre todo quiero dar las gracias a los poetas por su participación en nuestro primer Certamen de poesía. Es una enorme alegría para mí que más de ciento cincuenta personas hayan querido enviar sus trabajos al concurso, aunque la dotación del mismo sea discreta, y sobre todo a pesar de que la convocatoria lleve mi nombre y apellidos. Y es que mi identidad, soy consciente de ello, no es ningún reclamo interesante. No soy un poeta de relevancia ni he recibido premios destacados, y desde luego tampoco estoy muerto, que podrían ser algunas de las motivaciones por las que poner el nombre de una persona a un certamen. Es un inmenso honor que mis compañeros de Tirarse al Folio decidieran tan generosamente que fuese yo quien encabezara la convocatoria, por lo que les guardaré gratitud siempre, y yo lo acepté con el mismo entusiasmo con el que me enfrento cotidianamente a la creación poética, a la lucha por sobrevivir en esta jungla de escritores. Pero esa alegría del principio dio paso a la terrible sensación de no estar en un lugar que me correspondiera, y durante unos días estuve tentado de volverme atrás, pero al leer en las bases el motivo de la convocatoria “Como homenaje a los autores que, a pesar de la calidad de su obra, no consiguen reconocimiento público...” mis dudas se disiparon. ¿Por qué no contribuir al engrandecimiento de un o una poeta otorgándole un premio? ¿Por qué negarle esa pequeña recompensa a su trabajo bien hecho? ¿Qué más daba el nombre que éste llevara?
Ayer yo estaba en el lugar que ocupáis vosotros esta tarde, y mañana volveré a estarlo, es decir, esa butaca desde la que seguís expectantes el transcurso de esta ceremonia de entrega de premios, con la esperanza de escuchar vuestro nombre entre los agraciados, como quien espera el número ganador de la lotería, pues mucho hay de suerte en el desenlace de los concursos literarios. Bastantes de vosotros hubieseis podido ganar, pero sólo había un premio y se lo hemos concedido al trabajo que honestamente hemos creído era el mejor. Eso no quiere decir que no hubiese otros que también lo merecieran, os aseguro que sí y la elección ha resultado muy complicada; por lo que tengo que felicitar a todos los participantes. Lo de hoy, como os decía, no es más que un paréntesis en mi vida, y mañana, al despertar, se habrán invertido nuestros papeles, yo volveré a ser concursante y vosotros, probablemente, estaréis dándole nombre a alguna otra convocatoria o recibiendo otros premios. Lo importante es que no deje de visitarnos nuestra gran aliada, la que conduce la inspiración desde el pecho de cada uno de nosotros hasta la pluma: La musa, ese ser mágico que aparece ante nosotros como en un golpe de abanico. Un soplo de aíre fresco que parte de las varillas y el país para circundarnos. Algunas veces su presencia es efímera y se desvanece con la misma prontitud con que se pliega el soplador, -ahora estoy, mas ahora ya no puedes verme- dice, juguetona, con frecuencia, pero cuando decide quedarse y nos encuentra con la mano dispuesta en la cajita de las palabras, éstas comienzan a revolotear a nuestro alrededor, y en su danza aérea se alinean entre ellas, hacen giros y piruetas para formar versos, estrofas, hasta que se produce el prodigio del poema, como me sucedió aquel día, cuando se posó en mi mente la palabra: INMIGRANTE.
Ese hombre llegado en la marea
con la piel derribada y el horror
mordiéndole la nuca
es el mismo que guarda de otro tiempo
un ritmo de tambores
y el recuerdo reciente de su aldea.
El hambre se instaló en aquel paraje,
le fue estrechando el cerco y medio loco
quiso buscar la espiga en otra parte.
Ese hombre, tan hecho a las carencias,
mata por medio hueco en la patera,
donde debe achicarse hasta lo extremo
mientras le crece el sueño del futuro.
Esclavo de las olas, gustoso se somete
al látigo del mar.
Pero el agua es cruel y caprichosa,
quiere carne de hombre
y no duda en tomarla para después, saciada,
escupir en la orilla su bocado.
Esa carne agoniza
con un rayo de sol clavado entre los ojos.
Muy lejos, la mujer que le espera impaciente
muele un poco de grano.
El gesto se le queda detenido.
Le atraviesan las sienes dardos de mal presagio
y corre sin destino
gritando el nombre del ahogado.
A veces la musa nos susurra palabras hermosas para festejar a la persona amada. A mí, como a casi todos, me ha ocurrido, pero en otras ocasiones, como en el poema anterior, decide acercarnos el altavoz de la denuncia, y cuando eso ocurre es cuando más reconfortado me siento, pues me deja la sensación de que la poesía sirve para mucho más de lo que pensamos.
Cuando la musa decide alejarse nuevamente, y damos por concluido el trabajo, las palabras vuelven dóciles a ocupar su lugar, por orden alfabético, en el largo banco de los diccionarios, en el que nosotros, sumisos y obedientes, nos sentaremos a esperarla bajo el tibio sol de la paciencia.
Queridos amigos, paisanos de la tribu de los poetas, y me dirijo a los poetas porque en este momento hablamos del certamen de poesía, pero igualmente lo hago para todos aquellos que han participado en el de narrativa “Maestro Gerardo Muñoz y Muñoz”, es cierto que nos movemos en un terreno desalentador con frecuencia, en el que encontramos muchas puertas cerradas, donde nos cruzamos con personas de corazón poco limpio y con otras mezquinas que pretenden disimular sus carencias tapando las habilidades de los demás, o aquellos que pregonan no tener aspiraciones, no buscar la gloria, y te escupen la palabra GLORIA como si fuese un insulto, pero luego son los primeros en presentarse a concursos y matar por ver su nombre impreso en cualquier publicación de tres al cuarto. Bueno, lo de matar seguramente es exagerado, y no creo que llegasen a hacerlo, pero asesinar... sin duda. Aun así, esos sinsabores no deben doblegarnos. Hay que continuar en la brega, pase lo que pase, y así, cuando tengamos que dar cuenta de los talentos que un día nos concedieron, seguramente obtendremos la aprobación de nuestras obras. Todos tenemos una pizca de ego (lícito y necesario, desde mi punto de vista, siempre que no haga daño a nadie) ¿Por qué negarlo? Siempre hay unas aspiraciones, unas metas; algunos las habrán situado más lejos y otros más cerca, pero toda persona que escribe con seriedad busca como mínimo ser leída, que su trabajo tenga una proyección. ¿Por qué no llamar a las cosas por su nombre? Pero como hoy es día de fiesta y queremos celebrarlo, vamos a olvidar los sinsabores de este oficio de hilvanar palabras y pensar en la cosas positivas y pequeñas alegrías que también sabe depararnos, en esas otras personas nobles que se cruzan en nuestro camino, en todos esos amigos que llegan a nuestras vidas a través de la literatura, como hoy habéis llegado vosotros. Mi recompensa personal en este momento es poder festejar las obras que habéis presentado a concurso y ofreceros para siempre un pedacito de mi corazón.
Es con estas últimas consideraciones de dulce sabor con lo que me gustaría que nos quedásemos esta tarde. Gracias por vuestra atención, y muchas más por haber participado en los dos certámenes. Felicidades a los ganadores, y felicidades a los que no lo habéis conseguido en esta ocasión, porque, a pesar de todo, siempre tendréis la recompensa de vuestro trabajo bien hecho y la esperanza de lograr honores en otras convocatorias. Muchas gracias a todos y hasta siempre.
Juan Calderón Matador
18 de septiembre de 2009