REVISTA "RAÍCES DE PAPEL" Nº 12 (2014)

jueves, noviembre 26, 2009

ENTREGA DE PREMIOS XVIII CERTAMEN DE POESÍA Y NARRATIVA VILLA DEL ESCORIAL "MARÍA FUENTETAJA" 2009









ENTREGA DE PREMIOS
DEL
XVIII CERTAMEN DE POESIA Y NARRATIVA
VILLA DEL ESCORIAL
“MARIA FUENTETAJA”


Ayer, día 25 de noviembre tuvo lugar la entrega de premios del XVIII Certamen de Poesía y Narrativa “María Fuentetaja” en la Biblioteca Pública de la Leal Villa de El Escorial. El acto estuvo presidido por D. Antonio Vicente, alcalde de la Villa, por Dª Carolina del Campo y Dª Vanesa Herranz.


Un jurado compuesto por Dª Isabel Díez Serrano (poetisa, promotora y crítica literaria), Dª Isabel García Núñez (poetisa), Dª Araceli Segovia Dilla (Licenciada en Filosofía y Letras), Dª Mª Victoria Taboada Soto (Licenciada en Filosofía y Letras especialidad de Historia del Arte, profesora de Literatura), y Dª Rosa Cermeño Álvarez (Escritora), concedió los premios a los siguientes trabajos:


Primer premio de Narrativa a “JUNTOS PARA SIEMPRE”,  de Blanca del Cerro Gutiérrez, de Madrid.





Primer premio de Poesía a “LOS VIENTOS Y LA GUERRA” de Juan Calderón Matador, de Alburquerque.



Se concedió una mención especial al poema “IN MEMORIAN”, de Carmen García Romero.  


Desde aquí quiero agradecer a los organizadores del certamen y a los miembros del jurado el haber decidido conceder el primer premio de poesía a mi poema “Los Vientos y la Guerra”, que a continuación ofrezco a los seguidores de éste blog interesados en leerlo. Mi felicitación también para Blanca del Cerro Gutiérrez por su magnífico trabajo “Juntos para siempre”.

Juan Calderón Matador





LOS VIENTOS Y LA GUERRA

I
Nunca faltó una hogaza de pan en cada mesa,
ni cántaro en la umbría que refrescara el agua,
ni cuenco de buen vino, ni  dulces higos secos.


Era muy generosa la tierra de aquel reino en espigas y frutas.


No menos dadivoso, el mar  azul turquesa
guardaba entre los mansos vaivenes de sus olas
bocados exquisitos: peces de mil colores 
que llenaban las redes de todo el que salía a faenar  sus honduras.


Serena era la luz, 
reflejada en los ojos de aquel pueblo feliz.


1
   


II
Los ancianos velaban,  desde sus largos años y la mucha sapiencia,
para que no enturbiara el curso de la vida ningún peligro ajeno,
y hablaban con los astros en una lengua antigua,
renovando tratados de paz y de bonanza.


Al más viejo de ellos, al que llamaban Aire,
por ser sabio y prudente le pedían consejo,
y sus palabras eran apacibles y bellas
como campo poblado de blancas mariposas.


Así fue hasta aquel día que sus ojos hallaron las formas más perfectas
y perdió la cordura ante aquella muchacha.


  




III
Ella debió nacer del amor de los dioses,
¿cómo si no explicarse  el poder de sus ojos tan de color violeta?


Nunca se vio criatura tan mimada y querida
por la Diosa Belleza.


Las luces de la tarde quedaron eclipsadas 
a su paso, y se hicieron alfombra para ella.


¡Nunca hubiese llegado al ágora la joven,
nunca la hubiese hallado en su camino Aire!

IV
Los dedos del anciano jugaron con las gasas,
para hacerle volar, como si fuese un juego, su túnica-paloma,
y aquella carne-niña permitió el galanteo
con la risa vertida por toda su estatura.
Para entonces ya era rendido prisionero del cuerpo no estrenado.


V
Los muchachos volvían, después de la olimpiada,
festejando con vítores al joven vencedor.


Su cabeza de espigas, ceñida de laurel,
sus músculos perfectos, que el sol acharolaba  de sudor y victoria, 
captaron la atención de la hermosa doncella.


Él le dio su corona, ella su amor primero 
y un beso que volaba cual cinta de tisú.


VI
Aire enfermó de celos y derribó al invicto.
Cegado de locura, hizo estallar su furia,
huracán que doblaba al más recio arbolado,
y levantó murallas de agua embravecida,
que rompieron el mar contra  los arrecifes.


Con la llaga sangrante de aquel amor tardío
volvió a por la muchacha.


VII
Se deshacía en llanto la enamorada joven
-rojo almohadón su pecho para el trigal sin vida-
cuando el anciano Aire la raptó impunemente.
Y delante del templo de la Diosa Afrodita
se sintió penetrada por la daga del hombre.


En su carne se abrieron internos corredores y ya desfallecida, 
con el cuerpo sembrado de pequeñas ventanas
por las que circulaba violentamente Aire,
-matrices que alumbraban a sus hijos Los Vientos-
se le escapó la vida sin llegar a entender lo que había sucedido. 


Aire se remansó, postrado ante la joven
y gimió, como un niño, por el juguete roto,                                                   
hasta que se apiadaron las sombras de la noche
y pararon por siempre la arena en su reloj.


VIII
Desde el instante mismo en que tomaron vida ya se odiaron los Vientos.
De la envidia fraterna y el ansia de reinar nació la oscura Guerra, 
domadora de ancianos, caníbal de la infancia, 
inmensa sombra parda que enlutó al país
y llenó de congoja los vientres femeninos.


Detrás de las ventanas desfalleció la risa.
Huyeron los jilgueros y con ellos volaron 
la feliz Alegría y la bella Esperanza.


IX
Fue derribada Paz, la que bordó con flores terrazas y jardines, 
puso en sazón la  mies y desplegó en los campos los poemas de hierba,
la que le puso estrellas al manto de la noche                                            
y destellos dorados al azul de los días.  


Al verla tan contusa, tan reguero de sangre,
el reino sucumbió herido de tristeza,
y todo se hizo yermo. De tanto sollozar 
se quedaron sin lágrimas los ríos y los mares.


X
Lo que fuera vergel se doblegó al instinto 
del fuego y de la hambruna.


Aquel reino no era el que se disputaban  los Vientos intrigantes,
para qué lo  querían si era  un  pobre país
en el que no se hallaban naranjas ni ciruelas,
ni ancianos que supieran dialogar con los astros,
ni chiquillos alegres que entonasen canciones,
si por no haber no había ni trono, ni corona.


Cuanto  allí no encontraron la Guerra ni los Vientos,
decidieron buscarlo en remotos paisajes.                                                   





Hechos furia partieron, se adueñaron de todas las rutas existentes 
y desde entonces vagan desbrozando el planeta,
esperando el momento propicio del ataque.


La tierra está cubierta de largas cicatrices,
pero no han de ganarnos el  combate diario
mientras sigan latiendo Paz, Esperanza y Vida.


Para bien de los hombres y mujeres del mundo,
ellas fueron salvadas por un niño de plumas,
que en su gruta secreta les cura las heridas con paciencia y melaza.




Juan Calderón Matador









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